Nunca he podido diferenciar al amor. Es uno: sublime, agitado, entre soledades, entre sábanas. El cuerpo habla, como el mío y el de Juan de la Cruz, pero hay cosas que no se pueden decir, y el lenguaje queda corto para pronunciarlas.
Recordemos que el Cántico Espiritual es un diálogo, en versos, entre el alma y el esposo, entre el "amado y amada". Me pregunto cómo será la relación de Juan con su Gran Otro: trabajo para los psicoanalistas.
Aquí sus versos de Noche Oscura:
En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada
¡oh dichosa ventura!,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.
A oscuras y segura,
por la secreta escala disfrazada,
¡Oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.
Aquésta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
¡Oh noche que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!
En mi pecho florido
que entero para él sólo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba
El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.
Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado
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