jueves, 29 de mayo de 2014

Los posibles encuentros: Hitler y Freud

Relojes Blandos o La Perseverancia de la Memoria / Salvador Dalí, 1931 

Me encontré con esta columna en diario El Universo hace algunos días, se titula Hitler y Freud escrita por Iván Sandoval Carrión. Realmente me deja sin palabras: 

Una investigación reciente, realizada por el escritor británico Laurence Marks y su compatriota el psicoanalista John Forrester, erudito en la vida y obra de Sigmund Freud y traductor de Jacques Lacan al inglés, indica que Freud sugirió la internación para diagnóstico y tratamiento de Adolf Hitler en una institución para niños con problemas nerviosos cuando el pequeño tenía 6 años de edad. En 1895, el padre del psicoanálisis todavía no era conocido por su descubrimiento, y más bien tenía un merecido prestigio en Viena como neurólogo y especialista en parálisis cerebral infantil. Al parecer, la madre del pequeño Adolf lo llevó donde Ernest Bloch, el médico de la familia, porque el niño sufría severos trastornos de conducta y pavores nocturnos.
Bloch, un médico judío de provincias, consultó al profesor Freud de Viena y obtuvo esa recomendación. Alois, el padre de Hitler, desestimó la sugerencia y más bien prosiguió su trato violento y humillante hacia su hijo, en contra de Klara, su madre que lo sobreprotegía. Adolf creció con un odio secreto hacia el padre, que se prolongó hasta después de que este murió. ¿Qué hubiera pasado si se hubiese acogido la opinión de Freud? ¿Acaso se hubiera evitado el Holocausto? No necesariamente, y es ocioso imaginarlo. Más bien podemos meditar en lo que sí sabemos: que en la vida de personajes como Hitler, Stalin, Mussolini, Franco y otros se halla frecuentemente una relación mala o inexistente con un padre brutal o insignificante, y una madre victimizada e idealizada que sobrevalora a su hijo y lo usa contra el padre.
En estos casos, la encarnación del progenitor como función paterna que representa la ley fracasa. En su lugar surge la construcción del Estado fascista o totalitario como poder absoluto, y este suplanta a la ley como aquello que rige la vida de los ciudadanos. Si Alois Hitler, funcionario aduanero, quería que su hijo hiciera carrera como empleado público, Adolf repudia el deseo de su padre y más bien erige el totalitarismo logrado, donde el Estado lo incluye todo y donde no hay ciudadano que no sea empleado público. La lógica del proyecto hitleriano, el “Tercer Reich que debía durar mil años”, lo aproxima a la de un delirio psicótico. ¿Cómo es posible que una fantasía de ese tipo se haya puesto en acto y haya sido compartida por millones de ciudadanos alemanes hace casi 80 años?
Una hipótesis para entender algo de lo que pasó en Alemania y en otros lugares, y de lo que sigue ocurriendo en países como Corea del Norte, podemos encontrarla en un escrito freudiano fundamental: Psicología de las masas y análisis del yo. Si los libros de Sigmund Freud fueron quemados públicamente por los nazis en 1938, no es tanto por el hecho de que él era judío, sino por las ideas contenidas en sus textos. El discurso del psicoanálisis se ubica al reverso del discurso del amo, y el totalitarismo es la versión delirante y a veces lograda del discurso del amo. Quizás por ello, los fascismos, totalitarismos y despotismos siempre desestiman y persiguen al psicoanálisis, y prefieren el apoyo de teorías más “neurocientíficas” como justificación de sus proyectos.
Por: Iván Sandoval Carrión
Link: http://www.eluniverso.com/opinion/2014/05/27/nota/3019986/hitler-freud

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