jueves, 15 de mayo de 2014

Hablando de máscaras y otras verdades del Yo

Construcción blanda con judías hervidas (Premonición de la Guerra Civil), Salvador Dalí, 1936

En estos días me encuentro sumergido en El Estadio del Espejo que trabaja Lacan para darnos cuenta de la formación del famoso Yo. Hace unos días les compartí el texto íntegro que se encuentra en Escritos I del mencionado autor. Como podrán darse cuenta, el Yo constituye una formación imaginaria en la estructura psíquica del sujeto, es decir, se forma una gestalt con la cual el niño/niña captura sus fragmentos, lo cual causa un júbilo enorme (a partir de aquí se explica la violencia, los celos y la envidia en el ser humano).

Es de conocimiento general las famosas frases "su personalidad es así" o "ella/el no tiene personalidad". La palabra deriva del griego prosopon que hace referencia a una máscara, como las que se usan en las representaciones teatrales. Todos tenemos personalidad en la medida que nos disfrazamos para encontrarnos con el otro sin presentarle nuestra falta y, así mismo, el otro se nos muestra con sus mejores trajes, evitando que se observe la gangrena que crece en su interior (estoy siendo ilustrativo).

A propósito de todo esto, recuerdo en mi primer año de universidad, hace ya algunos años, que la profe de narratología nos compartió este texto con la intención de una reflexión similar (no sé si habrá leído Lacan, yo hasta ese entonces, no había construido su existencia). Es el cuento de Esopo, Las dos alforjas


Prometeo al modelar a los hombres les colgó dos alforjas, 
una de defectos ajenos, otra de los propios.
La de los ajenos la puso delante, pero la otra la colgó detrás.
Desde entonces les ocurre a los hombres que de lejos 
ven los defectos ajenos, pero no miran los suyos propios.
Esta fábula podría utilizarse para el varón entrometido que, 
ciego en sus propias cosas, se ocupa de las que no le conciernen

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