domingo, 11 de mayo de 2014

De la pureza y otras manifestaciones de la sexualidad

Considero que el trabajo de Sigmund Freud realmente tiene una vigencia enorme y siguen sus textos siendo sagrados para quienes intenten una aproximación a la historia de la civilización. Tomando un curso de una de mis pasiones, la espiritualidad (entendida como un sentido de vida y una forma de ser) me encuentro con una palabra que ha tenido toda una odisea en los avatares existenciales: PUREZA.

La escribo con mayúsculas porque su peso yoico ha sido y sigue siendo motivo de tormentosos sufrimientos. Mencioné a Freud en el inicio porque en sus escritos de Tótem y Tabú, pude encontrar respuestas a la exogamia, al monoteísmo, al parricidio y por tanto, a la enorme culpa que generó el asesinato del padre que tenía el acceso al goce total. Esta instauración de culpa por muerte al padre, podría dar inicio a la ley que anuda en lo simbólico al surgimiento de la cultura. Hace unos días leí el título de un ensayo que me dejó algo sorprendido: Desangustiar no desculpabilizar (espero traerlo en las próximas publicaciones).

No es inusual para quienes nacemos en una tradición judeo-cristiana toparnos con el enlace que se realiza entre sexualidad y pureza: la castidad y la virginidad como ideales divinos, religiosos. Encuentro un punto de negación al goce, al placer (como si se recordara la muerte al padre y se lo reverenciara de alguna forma a través de estos semblantes). No es necesario mencionar ejemplos detallados, solo hay que echar un vistazo a la Edad Media. Extraño. Y esto nos acarrea a la famosa y bien conocida CULPA. Me vienen a la mente una serie de imágenes en donde la mortificación del cuerpo, del sentir corporal marcaría la estrecha línea entre el favor divino y el narcisismo de una santidad ideal. Los invito a contemplar la película El Nombre de la Rosa (si pueden adentrarse al libro de Umberto Eco sería mejor)

Sin pretender convertir este post en un ensayo, la misma palabra PUREZA en otra tradición religiosa (oriental) se entiende como libertad respecto al velo emocional. Detallo que en mi entender, la imaginaria línea que divide al mundo en Oriente y Occidente parecería realmente edificar una manera particular de ver y sentir la realidad por quienes habitan en sus tierras. El tema de la sexualidad en Oriente fluye de una manera más integral al ser humano. La noción de purificación, mortificación corporal no involucra necesariamente una negación del placer, del goce, como se ha pretendido desde cierto ideal en Occidente. Este tema es tan extenso y enriquecedor que tengo, por elección, toda la vida para seguirlo profundizando.

Aun así confieso mi aversión total a la idolatría de una deidad mortificadora, que castiga, que vigila las sábanas de sus súbditos para enviar castigos por permitir que dos cuerpos se enlacen fuera de sus leyes. El desconocimiento a veces es muy descarado porque muy dentro de diversas teologías y espiritualidades de Occidente, realmente esta deidad está superada y se camina a un entender del ser humano integral. Vale recordar que la vida en la ignorancia también es una elección personal, por eso, hay que salir de nuestras celdas y dejarse encontrar. 


El Cristo hipercúbico, Salvador Dalí, 1954

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