El regreso del hijo pródigo, Rembrandt, 1662
Algo no estaba claro para mí del autor. La verdad es que ha sido uno de los pocos escritores que me han hecho sentir un vínculo interno con su obra. Cada letra parecería actualizarse en su manera de existir más allá del plano físico.
Años después me enteré que el autor tenía una vivencia particular con su sexualidad. ¡Bingo! Su dolor a la incomprensión cultural se extendía a su manera de relacionarse con Dios y a lo escrito en sus libros.
Soy un fiel creyente de que nada de lo humano se aleja de lo divino, esto lo aprendí de Ignacio de Loyola. El budismo me dirá que en todos los seres vive la naturaleza búdica. Es por ello, que en la infinita humanidad de Henri vive el Dios que intentó aprehender con la palabra pero que no había caído en cuenta que su vida como tal, era ya una manifestación de Dios.
¡Salud por lo que me ha mostrado Henri Nouwen!
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