domingo, 14 de diciembre de 2014

Hablando de Navidad...

Rembrandt 

Hace algunos días tuve un desayuno navideño de quienes conformamos el Programa de Asesoría Pedagógica  Estudiantil de la universidad. Me solicitaron elaborar el discurso para mis compañeros y surgió inmediatamente la interrogante: ¿cómo dirigir un discurso navideño en la medida que no me considero perteneciente a la tradición religiosa que lo profesa? 

Con el pasar de los años y algunas experiencias en el campo de la espiritualidad, vivencias que se solidifican en el reconocimiento central de la dignidad humana, se me hizo particular distinguir que la tradición está ligada al amor, entendida a partir del respeto y compromiso por la humanidad. Para esto no existe religión. Les comparto a continuación lo que escribí:

El amor es la meta última y más alta a la que puede aspirar el ser humano
Viktor Frankl, sobreviviente de los campos de concentración nazi.

Es sin duda hoy, a vísperas de las fiestas navideñas y de fin de año, una época de recogimiento humano, de detenernos un poco de nuestras actividades cotidianas para discernir ¿qué he hecho, qué hago y qué he de hacer por mis amigos, familiares, personas que caminan día a día junto a nosotros? Esta era una de las interrogantes del santo jesuita Alberto Hurtado, quien desde el cristianismo y su pleno convencimiento del amor humano, logró transformar realidades sociales a través de su gran obra, El Hogar de Cristo. Este ejemplo lo tenemos en nombres como  Monseñor Leonidas Proaño, Madre Teresa, Martin Luther King, quienes convencidos de la dignidad humana, el amor universal y la solidaridad, llevaron sus ideas a la transformación de la realidad.
Parecería que nuestro trabajo, desde una banca, desde un salón de clases, incluso, desde nuestro cansancio físico, no tendría incidencia en comparación a estos grandes hombres y mujeres que ahora he rememorado. Pero no serían quienes son en la memoria colectiva, si no hubiesen estado convencidos que una palabra, un gesto, una mano que apoya y levanta: a los indígenas, a los negros y blancos, a los niños desnutridos, a los sufrientes de los campos de concentración; son el más grande gesto desde donde empieza la revolución del amor.
Y es una locura, porque nos invita a ir en contracorriente del consumismo, del goce desenfrenado que no encuentra límites, del encierro contemporáneo en los mundos solitarios que no están dispuestos al lazo social. Ustedes, cada uno de nosotros, convencidos de la importancia del compartir nuestra razón y afecto, abre espacio de acogida a quienes, confiando plenamente en la gestión de la Asesoría Pedagógica Estudiantil, buscan esa mano que apoya, ese corazón que integra y esa amistad que une espíritus.
Este encuentro es para recordarnos que la sociedad debe encaminarse hacia un compartir pleno, una convivencia desde las diferencias que nos unen y nos enriquecen en nuestra forma de ver al mundo. San Agustín ya nos decía que la única medida del amor es amar sin medida. Cada uno de nosotros, como estudiantes, docentes, directores, debemos ser capaces de transformar, mediante el amor, nuestras vidas y la de los demás. Y para esto, es imprescindible sumarnos, a la pasión que encendió los corazones de Teresa, Viktor, Alberto, esa pasión que tiene más de 2000 años de historia, cuyo nombre es Jesús pero cuya práctica ética y humanística, se encamina hacia aquello que no tiene distinción de nombres, etnia ni religión: El Amor.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario